Voy a hacer un poco de abuelito cebolleta. Recordando como hace más de 30 años, cuando estaba estudiando Formación profesional en la especialidad de Frio Industrial y Climatización, te quedabas asombrado, cuando Galán, nuestro profesor de Tecnología de Frio, te iba desentrañando los misterios del circuito clásico de refrigeración. El clima de flipado absoluto, lo alcanzabas, cuando nos explicaba las complejidades de los sistemas de doble salto con inyección parcial y total, era el no va más.
Después de treinta años, me volví a sentir así. Fue cuando hice mis primeros cursos de CO2, tanto de subcrítico con Albert Albert, como en los posteriores de transcrítico con el mismo ponente (enorme profesional) y el online de AEFYT con Ricardo Giménez. Cualquiera de los dos enormemente recomendables. Eso si, en este orden.
Sentí esa especie de asombro mágico, entre encantado, maravillado y perplejo. Era volver al principio, como poco a poco se ofrecía una solución al calentamiento global, simplemente volviendo a un antiguo refrigerante natural. Eso sí, haciéndolo mas dócil. Aprovechando al máximo sus enormes propiedades termodinámicas, pero con un circuito frigorífico sumamente complejo. Comprender de nuevo, los diagramas de Moliere, requiere un análisis detenido y pausado.
Pero al igual que hace años comprendí que aquellos circuitos de R22, R12 o R502 eran mi futuro profesional, ahora me doy cuenta de que el CO2 lo va a ser en el resto de mi tiempo de ingeniero y frigorista, por lo menos en instalaciones centralizadas.
